Denver (EEUU), 3 ene (EFE).- Kevin Follett, un maestro retirado de 56 años que desde 1973 ha corrido casi a diario hasta completar 160.000 kilómetros, lo que equivale aproximadamente a dar cuatro veces la vuelta al mundo, afirma que “la vida es una maratón” y como tal exige “constancia y moderación”.
En su caso a esas virtudes se suma la meticulosidad, pues dejó registrados todos los detalles de sus correrías milla a milla: desde la distancia, la velocidad y la duración de cada salida hasta quiénes le acompañaron, qué zapatillas usó y cuántos animales vio en el camino.
“Para mí, correr ha sido más que un ejercicio físico y una experiencia casi diaria durante más de 40 años. También ha sido una experiencia espiritual”, aseveró Follett en una entrevista con Efe.
Esa actividad le dio la oportunidad de estar “a solas con el Creador y con la creación”, señala este residente en Fort Collins (Colorado), quien se sintió motivado a correr cuando de niño vio los Juegos Olímpicos de 1972 (Múnich), en los que por primera vez en 64 años un atleta estadounidense, Frank Shorter, ganó la maratón.
“Yo era demasiado pequeño para el fútbol americano o para el baloncesto y correr era bueno para mí y me agradaba. Luego se volvió una adicción, algo que complementa mi conducta compulsiva, porque soy esa clase de personas que lleva un registro de todas las cosas en su vida”, señaló.
Animado por su padre, a los 15 años Follett comenzó a llevar un registro de cuántos kilómetros corría cada día.
En septiembre de 1981 llegó a las 10.000 millas (16.000 km) y entonces se fijó su nueva meta a largo plazo: correr 100.000 millas (160.000 km).
El 23 de diciembre de 2017, junto a miembros de su familia y otros 21 corredores, Follett recorrió en Fort Collins la corta distancia que le quedaba para cumplir esa meta.
Los registros de su experiencia como corredor y las fotografías que le tomaron desde 1973 forman la base del libro “Autobiografía: La meta de correr 100.000 millas” que autopublicó este año.
Según los datos contenidos en el libro, Follett corrió en los 50 estados de Estados Unidos y en 22 países, sin faltar al trabajo como educador y sin descuidar a su familia.
Corrió en todos los climas, desde días calurosos hasta días fríos y nevados, como el día que logró su meta, en total lo acompañaron 360 personas, usó 154 zapatillas y vio 25.826 animales, entre ellos 16.809 ciervos, pero también osos, águilas y delfines.
Su esposa Karen y las tres hijas de ambos, Kirsten Martin, Kelsey Schnoor y Katie Mackey, han sido fieles acompañantes de Follett en su aventura.
Katie Mackey, corredora profesional y campeona nacional en carreras de una milla, es la persona que más ha corrido junto a Follett (unos 3.820 km).
Esa experiencia de correr juntos en familia, especialmente largas distancias, les permitió a los Follett “hablar de muchas cosas, resolver problemas y en definitiva sentirnos más cerca uno del otro”, dice Kevin.
Una vez cumplido su objetivo, Follett va a seguir corriendo, pero además se ha comprado una bicicleta y se propone hacer pesas y natación, además de acampar y cazar.
“Mi meta es mantenerme activo y disfrutar de la vida”, indicó Follett, quien ejerció la docencia durante 30 años.
A pesar de que haber cubierto una distancia que equivale aproximadamente a cuatro vueltas alrededor del mundo y que esa tarea le llevó cuatro décadas, cuando finalmente llegó a su meta dijo: “nadie se asombró y a mí eso no me asombra porque todos saben que soy una persona determinada a alcanzar lo que me propongo y que es sólo cuestión de tiempo antes de que lo logre”.
Para Follett, “la vida es una maratón, no una carrera corta. Moderación y consistencia permiten lograr metas a largo plazo. Incluye a tu familia y amigos cada vez que puedas porque de esa manera el camino será más agradable”, concluyó.

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