Washington, 28 dic (EFEUSA).- Salvo sorpresa de última hora que acabe con el misterio, el 31 de diciembre caduca una millonaria recompensa para quien arroje luz sobre el mayor robo de arte de Estados Unidos.
Desde una imborrable noche de marzo de 1990, continúa sin resolverse la autoría y la actual ubicación del mayor botín artístico birlado en los más de dos siglos de historia del país, que fue perpetrado en el Museo Isabella Stewart Gardner, de Boston.
En una desesperada apuesta por iluminar los oscuros 27 años de investigación sobre el caso, el centro museístico lanzó el pasado mayo una tentadora oferta de 10 millones de dólares para quien dé una pista, un resquicio de esperanza que les permita recuperar las trece obras únicas extraídas del museo.
Disfrazados de policías, los dos ladrones consiguieron aquella madrugada acceder al edificio y acometer el golpe tras engañar y amordazar al guardia de seguridad, que siguió atado con otro compañero hasta la llegada de la Policía la mañana siguiente.
Un total de 81 minutos fue el tiempo que se tomaron los intrusos para ejecutar el robo, en el que contrastó su destreza en el hurto con su ínfimo conocimiento artístico, ya que acuchillaron las pinturas robadas para sacarlas del marco y, además, dejaron en su sitio preciados cuadros de Rafael o Tiziano.
El Buró Federal de Investigación (FBI) dijo en 2013 haber identificado a los ladrones como mafiosos de Boston -sin precisar sus nombres-, quienes no se alejaron mucho de Massachusetts e intentaron hacer caja con las obras en Connecticut y Filadelfia.
Nada se supo más allá de eso y dos años después el FBI informó de que los dos sospechosos, criminales de la propia ciudad del estado de Massachusetts, habían fallecido.
Las investigaciones llevaron a otro octogenario mafioso de Connecticut que había reconocido a un agente del FBI encubierto tener acceso a las piezas, aunque luego lo negaría.
Ni las casi tres décadas de misterios que pesan sobre el robo han minado el optimismo del museo y éste aún mantiene cuatro de los marcos dorados de las pinturas -que solo albergan el vacío dejado por las obras- colgados en las paredes del enclave para simbolizar que algún día regresarán al lugar que nunca debieron abandonar.
Tres cuadros de Rembrandt, cinco de Degas, uno de Vermeer, uno de Manet y otro de Govaert Flink, así como un matraz de bronce de la dinastía china Shang y un remate bronceado con forma de águila que coronaba una bandera de seda napoleónica conforman la lista de las trece escurridizas obras.
Entre las obras, merecen una especial mención “La tormenta en el mar de Galilea” (1633), el único paisaje marino que se conoce de Rembrandt, y “El concierto” (1658-1660), uno de los 34 cuadros que se conservan del Vermeer.
En cualquier caso, los autores del robo no sufrirían hoy día ningún tipo de castigo penal, ya que los posibles cargos por este delito prescribieron hace ya 22 años.
El Ejército Republicano Irlandés (IRA), millonarios, emires de Oriente Medio, el propio Vaticano o el vigilante maniatado han sido a lo largo de lustros los protagonistas de teorías sobre los posibles artífices del hurto del codiciado botín.
El golpe se ha convertido en un icono del Museo Isabella Stewart Gardner, que tiene habilitada una página web para la recepción de pistas en la que narra los pasos seguidos por los atracadores y describe el valor de las piezas desaparecidas.
Hasta el último segundo de 2017, el museo estará pendiente de que suene el teléfono con una llamada de alguien cuyos recuerdos, refrescados por la jugosa recompensa de diez millones de dólares, ayuden a esclarecer el enigma.
El primer día de 2018, ese importe se reducirá a los cinco millones de dólares que ofrece habitualmente el museo para recuperar su preciado tesoro.

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