Miami, 3 sep (EFEUSA).- El escritor colombiano Armando Caicedo dijo que es fundamental “detener” el reclutamiento de niños para la guerra e instó al Gobierno de Colombia a dar prioridad a la reintregración de los menores guerrilleros, en la revisión que hará de los acuerdos de paz suscritos en 2016 con las FARC.
Caicedo, quien vive en Florida (EE.UU.), presentará en noviembre próximo en la Feria del Libro de Miami, su novela “El niño que me perdonó la vida”, que retrata su relación con Enrique, un menor reclutado en los años sesenta por la entonces Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hoy convertidas en partido político.
En una entrevista con Efe, el periodista señaló que el Gobierno del presidente colombiano, Iván Duque, debe definir “qué va a hacer con el fenómeno de los niños en la guerra”.
“Es un punto fundamental en el proceso de paz” con las FARC, matizó Caicedo al recordar que en los acuerdos de 2016 quedó consignado el compromiso de sacar a todos los menores de edad de las filas guerrilleras y facilitar su reintegración a la vida civil.
Caicedo retrata en su novela biográfica medio siglo del conflicto guerrillero con las FARC a través de su relación con un guerrillero de 12 años al que conoció en 1966 tras ser capturado por el Ejército cuando él era un joven oficial, y con el que se reencontró cincuenta años después.
“Los niños de la guerra no son de izquierda ni de derecha, no son creyentes ni ateos, son simplemente niños, casi todos pobres, ese es el drama”, manifestó Caicedo.
El escritor señaló que “el gran interrogante” es dónde están los 16.879 menores de 18 años que según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) fueron víctimas de reclutamiento entre 1960 y 2016 por parte de todos los actores que intervinieron en el conflicto armado colombiano.
En el mismo sentido hizo un llamado al Gobierno a frenar las “nuevas escuelas” de reclutamiento del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y del narcotráfico.
“El primer paso del nuevo Gobierno es detener la utilización de niños en la guerra”, matizó.
El escritor lamentó que de más de setenta conflictos mundiales en los que están involucrados menores, “Colombia es el único país de América que no ha resuelto el problema de los niños de la guerra”.
“Nunca tuve la oportunidad de ser un niño, y en la guerrilla solo conocí a niños a quienes unos fanáticos dementes, en nombre del Partido Comunista, se impusieron la cruel tarea de adoctrinarnos hasta convertirnos en asesinos”, relata Enrique en el libro.
Caicedo cuenta que Enrique lo buscó por muchos años porque lo considera como su padre desde que le prometió que lo iba a adoptar cuando establecieron una relación “filial” en medio del conflicto armado colombiano, en bandos opuestos.
En el proceso de escribir la novela, Caicedo dijo que descubrió que Jorge Briceño, alias “Mono Jojoy”, uno de los más sanguinarios líderes de las FARC, muerto en una operación en 2010, fue de niño compañero guerrillero de Enrique.
“La guerrilla es de jóvenes que fueron reclutados como niños”, manifestó Caicedo.
Detalló que “el 47 % de las bases de las FARC fueron reclutadas siendo niños”, según cálculos de la universidad colombiana Sergio Arboleda.
“Mientras siga habiendo vacío de Estado, ausencia de servicios, ausencia de seguridad, seguirá habiendo guerrilla, seguirá habiendo narcotráfico”, indicó.
Caicedo relató que Enrique le confesó al poco tiempo de ser capturado, que en una emboscada al Ejército él lo había tenido “15 minutos en el punto de mira” y que le había perdonado la vida por cuestiones estratégicas.
En la relación que tuvieron ambos por unos siete meses, Enrique, que tenía una “memoria fotográfica”, le contó detalles estratégicos del frente guerrillero al que pertenecía y se convirtió en un “miembro informal del Ejército.
Caicedo intentó adoptarlo, pero ante la imposibilidad de hacerlo lo entregó a una familia de la zona, que tenía un hijo de la misma edad, Secundino García, para que lo cuidara.
En 2015, cuando Caicedo llevaba más de una década exiliado en Estados Unidos, García lo contactó cuando el periodista fue a Bogotá a presentar un libro y le dijo que un “hijo” lo estaba buscando.
El escritor planeó una reunión con Enrique, que vive en unas montañas remotas del suroeste de Colombia después de haberse retirado tras una vida productiva como civil.
En esa misma región montañosa en la que habían combatido cincuenta años antes, Caicedo y Enrique compartieron finalmente un abrazo de quince minutos, sin palabras, en medio del llanto.

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