Un Domingo de Fe: La Canonización de Siete Nuevos Santos en la Basílica de San Pedro
La mañana del domingo en la plaza de San Pedro presentó una imagen inusual, alejada de la habitual solemnidad romana. Una multitud vibrante, colorida y emocionada se reunió, ondeando miles de banderas venezolanas bajo el sol radiante. Fue un día de celebración venezolana, marcado por la canonización de dos figuras profundamente queridas: José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, y Carmen Rendiles, fundadora de una congregación religiosa y símbolo de fortaleza.
La ceremonia se vivió entre cantos, rezos y lágrimas, convirtiéndose en un momento de comunión no solo para los presentes en Roma, sino también para los millones de venezolanos que, desde su tierra natal, siguieron el evento en medio de una severa crisis política y económica. Cuando el papa León XIV pronunció la solemne fórmula de canonización en latín, inscribiendo los nombres de Hernández y Rendiles en el libro de los santos, una ovación resonó a través del Atlántico. En Caracas, cientos de fieles siguieron la transmisión en directo, muchos con imágenes y estampas del doctor-santo, otros encendiendo velas frente a altares improvisados.

El júbilo no conocía fronteras políticas; la canonización ofreció una rareza en la polarizada Venezuela, uniendo a oficialistas y opositores, aunque solo fuera por unas horas. Según las autoridades locales, cerca de 55,000 peregrinos asistieron a la celebración, destacando miles que ondeaban con orgullo el tricolor venezolano, mientras camisetas y gorras con los rostros de Hernández y Rendiles resaltaban entre las delegaciones internacionales.
Un testimonio conmovedor fue el de José Ramón Malave Contreras, un venezolano residente en Roma, quien compartió: “Mi mamá me puso mi nombre gracias a este santo venezolano porque, según la creencia, yo iba a nacer muerto. Para mí era imperdible este momento”.

La jornada en el Vaticano no fue exclusiva de los venezolanos. El papa León XIV también canonizó a cinco santos adicionales, incluyendo al mártir armenio Ignacio Choukrallah Maloyan y el laico de Papúa Nueva Guinea, Peter To Rot. Sin embargo, el fervor y colorido de la devoción popular venezolana marcaron la ceremonia de manera singular.
José Gregorio Hernández, nacido en Isnotú el 26 de octubre de 1864, es un ícono en la cultura venezolana. Como intelectual y profesor universitario, dedicó su vida a la medicina, atendiendo a los necesitados sin cobrar un centavo. Su imagen se convirtió en un símbolo de fe, adornando hospitales y hogares. Murió el 19 de junio de 1919, atropellado en Caracas mientras compraba medicinas para una anciana. Su legado ha trascendido el ámbito médico, convirtiéndose en un símbolo religioso y de esperanza.

La canonización de Hernández fue solicitada por cinco millones de venezolanos durante la visita de Juan Pablo II en 1996. Su camino hacia la santidad fue excepcional, con el papa Francisco aprobando su reconocimiento desde su habitación de hospital el 24 de febrero, eximiendo el proceso tradicional de milagros. Sin embargo, la Iglesia católica validó milagros significativos, como la recuperación de una niña herida de bala y la sanación de un hombre en Estados Unidos.
Carmen Rendiles, nacida en Caracas en 1903, fue una mujer de carácter fuerte y vocación religiosa, a pesar de una discapacidad física. Ingresó en la Congregación de las Siervas de Jesús y fundó el instituto Siervas de Jesús, dedicando su vida a crear escuelas para niñas de bajos recursos. A pesar de un accidente en 1974 que la dejó en silla de ruedas, continuó su labor hasta su fallecimiento en 1977. Su canonización fue respaldada por el reconocimiento de milagros, incluyendo la curación de una médica venezolana y de otra mujer en 2015.

En Caracas, el ambiente era de fiesta. Familias se unían alrededor de televisores o altares improvisados, compartiendo lágrimas, oraciones y gritos de euforia. Los comercios adornaron sus vitrinas con imágenes de los nuevos santos, y en los barrios, vecinos intercambiaban café y rezos, recordando anécdotas de favores y sanaciones atribuidas a Hernández y Rendiles.

Para la sociedad venezolana, marcada por la inflación y el desencanto institucional, la canonización representó un bálsamo y una esperanza renovada. El papa León XIV cerró la homilía instando a que el ejemplo de los nuevos santos inspire a las comunidades en su vocación hacia la santidad. Así, el 19 de octubre de 2025, quedó grabado como el día en que dos rostros familiares entraron en el panteón de la fe católica, uniendo simbólicamente a una nación fracturada por dificultades a través de la fuerza silenciosa de la devoción popular.