Denver (CO), 7 dic (EFEUSA).- Hipólito Acosta, un exagente especial del Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS), narra en un libro lleno de anécdotas y detalles la perspicacia que tanto detectives como criminales deben poseer en el “juego” del tráfico de personas.
En sus memorias “Deep in the Shadows” (Inmerso en las sombras, editorial Arte Público, 2017), Acosta detalla cómo logró infiltrarse en el peligroso mundo de traficantes de personas y narcóticos, falsificadores y contrabandistas y cómo puso tras las rejas a muchos de estos criminales a gran riesgo personal.
En el caso específico de la frontera mexico-americana, Acosta describe la interacción entre el traficante y sus clientes como una relación depredadora, indicada desde los atributos de “coyote” y “pollos”, con los cuales se designan los papeles que juega cada cual.
“Sí existe una relación de depredador y presa entre ambos”, escribe.
“Los traficantes de personas a menudo maltratan, asaltan y violan a sus clientes y a veces los abandonan para que mueran, encerrándolos en vehículos o contenedores de carga sin agua o comida bajo temperaturas heladas o abrasadoras”.
“Por muchas razones, al gobierno de EE.UU. le gustaría poner fin a estas actividades (…) y ahí es donde entro yo”, añade.
Acosta advierte que aun cuando los coyotes logran evadir el control fronterizo y depositar a sus “clientes” al otro lado de la frontera, los recién llegados son amenazados por otro tipo de criminal adentro del país:
Empleadores sin escrúpulos y falsificadores que cobran grandes sumas por documentación falsa para poder trabajar y residir en su nuevo entorno.
Esta situación, añade el autor, a menudo afecta a ciudadanos estadounidenses y residentes legales por el robo de identidad y el costoso proceso de reparar los daños.
Acosta creció en Redford, Texas, cerca de la frontera, en una familia humilde y numerosa de origen mexicano.
Conocido en español como “El Polvo”, Redford es un pueblo pobre de familias hispanas donde, según el autor, había muy pocas oportunidades para quienes decidían quedarse.
En aquel entonces, indica, el grado más alto que podía cursarse en la escuela era el octavo. La secundaria más cercana quedaba a 16 millas y las escuelas de mejor rendimiento estaban en Marfa, a unas 70 millas de su localidad.
No obstante, la carrera militar le ofreció a Acosta una de las pocas posibilidades de superación, opción que, según indica, eligió con orgullo.
Tras cinco años en la Marina, Acosta se unió a la Patrulla Fronteriza de EE.UU. en 1975.
Su herencia mexicana le facilitó el trabajo de infiltrarse en las actividades del tráfico de personas, ya que podía hacerse pasar por inmigrante indocumentado o traficante sin mucho esfuerzo y conocer desde adentro las operaciones del tráfico ilícito de personas.
“Me agarré a los puños, me arrastró un carro, me apuñalaron, me metieron en una cárcel mexicana cuando quedé al descubierto, y me amenazaron (de muerte) con bastante regularidad”, escribe.
Con cada nuevo caso, Acosta se reinventaba con una personalidad diferente y adoptaba nuevas tácticas para penetrar en el mundo criminal.
Al mismo tiempo, su trabajo le brindó la oportunidad de conocer las historias de aquellos que por diversas necesidades y situaciones, a menudo extremas, intentaban cruzar la frontera exponiéndose a los peligros y humillaciones del viaje y al maltrato de los coyotes.
Este tipo de trabajo sin protección “in situ” es arriesgado para los agentes estadounidenses, ya que rara vez cuentan con protección o apoyo diplomático y a menudo deben lidiar con cuerpos de policía y dirigentes corruptos.
Acosta enumera además entre los riesgos de su especialidad que en cualquier momento lo pueden reconocer criminales en libertad bajo fianza, o sus cómplices.
Pero también describe momentos cómicos, como cuando le tocó ir a la corte sin tiempo de ducharse y cambiarse y la jueza lo confundió con uno de los acusados.
En su libro anterior, el autor escribió sobre el caso Maan Singh, donde descubrió una gigantesca red de traficantes que llegó a transportar a 13.000 indocumentados originarios de la India o de países del sur de Asia, en un período de tres años.
La ruta clandestina atravesaba varios países centroamericanos y del Caribe antes de alcanzar su destino final, EE.UU.
Ambos libros fueron publicados por la editorial Arte Público, de Houston, Texas, y se destacan por describir en un estilo informativo y entretenido el mundo del crimen organizado desde la perspectiva de un agente federal encubierto.

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