Washington, 8 sep (EFEUSA).- La publicación esta semana del artículo anónimo de un funcionario crítico con el presidente Donald Trump ha alimentado la obsesión del mandatario sobre la existencia de un posible Gobierno en la sombra que trabaja para contenerle, lo que le atormenta desde que llegó al poder.
“Las células dormidas (del Gobierno) se han despertado”, rezaba un mensaje de texto que, según informes de prensa, circuló entre varios asesores y aliados de Trump el miércoles, después de que el diario “The New York Times” publicara la tribuna anónima.
Ese artículo, firmado por un “alto cargo del Gobierno estadounidense”, desvelaba un supuesto esfuerzo de “resistencia” interna por parte de un grupo de funcionarios, decididos a “frustrar parte de sus iniciativas y sus peores inclinaciones”.
La columna conmocionó a un Washington que aún no había terminado de leer los jugosos detalles sobre el día a día en la Casa Blanca incluidos en el nuevo libro del veterano periodista Bob Woodward.
Ese volumen, que saldrá a la venta el próximo martes, retrata también una Casa Blanca llena de asesores alarmados que intentan contener los impulsos de Trump, hasta el punto de robar papeles de su mesa antes de que los firme, como hizo supuestamente su exasesor Gary Cohn con el fin de evitar la ruptura de dos pactos comerciales.
La combinación de esos dos textos enfureció a Trump, que clamó “traición”, instó a su Departamento de Justicia a desenmascarar al autor de la columna y llegó a plantearse someter a sus consejeros a pruebas de polígrafo.
“Podría ser una persona del ‘Estado profundo’ que lleve allí mucho tiempo”, especuló Trump en una entrevista el jueves.
El mandatario rescataba así uno de los conceptos más exitosos entre sus seguidores: la teoría de que existe un “Estado profundo”, una red de funcionarios de carrera que trabajan supuestamente desde dentro del Gobierno para minar los intereses del presidente.
El autor de la tribuna de “The New York Times” trató de adelantarse a esa previsible reacción del presidente, al asegurar en el texto que su “resistencia” no era la de un supuesto “Estado profundo” favorable al Partido Demócrata, sino la de un “Estado firme” de conservadores que comparten algunas ideas de Trump, pero no su estilo de Gobierno.
Esa explicación no evitó que los comentaristas conservadores bautizaran al funcionario como “Deep State Throat” (“Garganta del Estado Profundo”), en referencia al nombre de la fuente de Woodward durante el escándalo Watergate en 1974, “Garganta Profunda”.
El apodo se difundió rápidamente entre los seguidores de Trump, convencidos de que cualquier interferencia en las acciones del presidente supone una injerencia indebida en la voluntad popular.
Durante el primer año de Trump en el poder, en Washington predominaba la impresión de que había una serie de figuras que ejercían de contrapeso del presidente, y sus nombres no eran ningún secreto.
Pero el éxodo de esos asesores -como el jefe de gabinete Reince Priebus o el secretario de Estado Rex Tillerson- fue en aumento, y la sensación de que Trump estaba más desatado, más libre para actuar según sus impulsos, fue adueñándose de la capital.
La publicación del artículo de opinión, cuyo autor promete contrarrestar los excesos de Trump mientras esté en el poder, ha supuesto un alivio para quienes contemplaban esa nueva dinámica con horror, pero puede ser contraproducente, según algunos republicanos.
“Esto básicamente refuerza el mensaje (de Trump) de que hay una serie de gente metida en la burocracia de Washington que va en su contra. No estoy seguro de que consiga lo que el funcionario responsable de esto cree que consigue”, dijo el senador republicano John Thune en declaraciones al periódico “Politico”.
“Lo que ha hecho esta persona es dañar los esfuerzos para contener al presidente. Ahora, si alguien le dice ‘No estoy seguro de esta idea’, va a pensar ‘Ah, fuiste tú quien escribió eso”, afirmó al mismo diario un republicano cercano a la Casa Blanca.
En público, Trump se mostró este viernes satisfecho con los “preciosos” comunicados en los que sus principales asesores negaban haber redactado el artículo y descartó que el autor del texto fuera una “persona de muy alto nivel” en el Ejecutivo.
Pero, de puertas adentro, es improbable que Trump -necesitado de periódicas muestras de lealtad de sus subordinados- haya olvidado una lección histórica: el exfuncionario Mark Felt negó durante tres décadas haber sido la fuente de Woodward en el caso Watergate y no se destapó como “Garganta Profunda” hasta poco antes de morir.

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