Page 17 - 53 Jacksonville Edicion Especial
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                                                                   Gracias a los acuerdos que su padre hacía con personas
                                                                destacadas de la ciudad, Lilleira y sus hermanos estudiaron en
                                                                colegios privados y lograron tener una membresía para ingresar
                                                                a un club militar, donde asistían a clases de tenis, natación,
                                                                kung fu, entre otros.
                                                                   Al terminar sus estudios debía decidir cuál sería su proyecto
                                                                de  vida. Desde niña  soñaba con ser piloto militar, anhelaba
                                                                ingresar a la Fuerza Aérea, pero no recibió el respaldo o
                                                                el impulso necesario de su papá. “Tuve que escoger otra
                                                                profesión”, dice.
                                                                   Sin embargo, viajó a estudiar inglés en Estados Unidos y
                                                                luego ganó una beca otorgada por el gobierno venezolano para
                                                                estudiar radiología en Tucson, Arizona. Al llegar le informaron
                                                                que ella no se había inscrito en el programa y no podía ver las
                                                                clases, por lo que tuvo que mudarse a San Luis, Misuri.

                                                                   “Tenía 17 años y tuve que hospedarme en un hotel donde la
                                                                mayoría eran hombres. Recuerdo que fueron días difíciles, tuve
                                                                que rogarle a una funcionaria para tener una cuenta bancaria y
                                                                así recibir los depósitos de la beca. Fueron muchos sucesos
                                                                complicados, que hoy prefiero olvidar”, expresa Lilleira.
                                                                   Hizo  varios amigos  y Greg,  uno de  sus  compañeros de
                                                                estudio, le pidió matrimonio antes de que ella regresara
                                                                a  Venezuela.  Ante  la incertidumbre  de  elegir  un  país  para
                                                                quedarse  y  debido  a  los estrictos controles  migratorios, la
                                                                joven pareja de esposos decidió quedarse en Estados Unidos,
                                                                y meses después se mudaron a Jacksonville.
                                                                   “Llegamos en  1991, al principio  fue  extraño porque  no
                                                                había movimiento en la ciudad, no había cultura latina. Aquí crié
                                                                a mis hijos sin ningún peligro, es una ciudad muy tranquila. Muy
                                                                pocos hablaban español. Tuve dos hijos y en 2022 mi esposo y
                                                                yo nos divorciamos”, afirma.

                                                                   Lilleira recuerda que la primera comunidad que empezó
                                                                a crecer en  Jacksonville  fue  la colombiana, luego  fueron
                                                                llegando personas de Perú y México. Hoy mira hacia atrás y ve
                                                                la transformación y el rol que los hispanos han desempeñado
                                                                en el desarrollo y progreso de la ciudad.
                                                                   “Al ser tan pocos, yo vivía preguntando a la gente de dónde
                                                                era, hoy eso es visto como de mala educación. Yo lo preguntaba
                                                                y lo pregunto para poder relacionarnos y ubicar a las personas,
                                                                es como una  cadena donde  todos nos podemos ayudar.
                                                                Algunos me recuerdan y dicen que fui la primera en darles la
                                                                bienvenida al llegar a Jacksonville”, cuenta Lilleira con orgullo.

                                                                   Tiempo después se unió a la Asociación de Venezolano en
                                                                Jacksonville (Avejax), y como secretaria ayudó a incrementar
                                                                el número de integrantes de 18 a más de 200. Pero en 2015
                                                                la empresa donde trabajaba cerró sus puertas y puso fin a 14
                                                                años dedicados como terapista de radiaciones.
                                                                   “Perdí mis ahorros, a mi mascota y a mi padre. Fue el año
                                                                más terrible que he tenido y tuve que buscar ayuda para salir de
                                                                una depresión profunda. Pero siempre estuve aferrada a Dios,
                                                                después conocí a Hans Duncan, mi actual esposo”, dice.




                                                                        Más de 1.800 visitantes han
                                                                     participado en las dos primeras

                                                                            versiones del festival.



                                                                                                                      17
                                                                                                    Qué tal  JACKSONVILLE  17
                                                                                                    Qué tal
                                                                                                            JACKSONVILLE
                                                                                                            JACKSONVILLE
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